viernes, 25 de julio de 2008

China construye una gran muralla verde en su costa.

Para evitar pérdidas humanas y materiales a causa de tifones y tsunamis, el gobierno chino está plantando una gran muralla verde que recorrerá los 18,340 kilómetros de su litoral. Desde la bahía de Bohai, en el norte, hasta la de Beibu, en el sur, dicho cinturón de vegetación atravesará ocho provincias, dos grandes municipios que dependen del gobierno central, como Shangai y Tianjin, y una región autónoma. Esta línea defensiva estará formada por mangles, un árbol cuyas ramas se arraigan en el suelo y es capaz de absorber el 40% de la potencia de huracanes y maremotos.
El tsunami (ola gigante) que asoló el Océano Índico en diciembre de 2004 dejó un saldo final de 174,000 muertos y arrasó miles de edificaciones en Tailandia, Indonesia, las Maldivas, la India y Sri Lanka. A pesar de la devastadora fuerza de este maremoto, algunas áreas de los países afectados se salvaron milagrosamente de la hecatombe. Así ocurrió en la región hindú de Pichavaram y en la zona tailandesa de Ranong, donde sus habitantes, en su mayoría pescadores que vivían en frágiles cabañas de madera, encontraron un providencial refugio bajo las copas redondeadas de los mangles que abundan en dichos enclaves.
Y es que este árbol propio de lugares costeros es capaz de absorber entre el 30 y el 40 por ciento de la potencia de los tifones y tsunamis, debilitándolos de manera considerable antes de que impacten sobre zonas pobladas.
Esta es la conclusión alcanzada en un estudio elaborado por la Administración Estatal de Bosques de China. Dicho informe ha descubierto que un cinturón de manglares es la mejor solución para paliar los daños provocados por los tifones que azotan cada año la costa oriental del gigante asiático, que suelen ocasionar pérdidas superiores a los mil millones de euros.
Protección natural
La investigación no sólo se ha basado en los testimonios recogidos tras el tsunami que barrió el Índico, sino también en la experiencia del tifón que sacudió en 1996 a la península de Leizhou, en el sur de China. En aquella ocasión, los condados de Doulung y Jinbang, protegidos por un enorme bosque de mangles, apenas sintieron los efectos de un huracán que causó por sí sólo daños valorados en más de mil millones de euros. No en vano, los tifones registrados desde la pasada década han generado pérdidas directas de 21,486 millones de euros en China, que cada año padece un promedio de siete fenómenos naturales de este tipo.
Para evitar pérdidas humanas, puesto que los tifones se cobran cada verano decenas de víctimas mortales, y semejante sangría económica, el Ejecutivo chino está plantando la gran muralla verde en su litoral.
“Debería ser un sistema verde ideado para conjugar un primer bosque de protección en la costa, otro de mangles, un cinturón de refugio para las granjas, jardines urbanos y áreas reforestadas en las montañas”, explicó Zhou Shengxian, director de la Administración Estatal de Bosques. La importancia de semejante barrera es evidente porque la costa de China no sólo alberga a casi 500 de sus 1,300 millones de habitantes, sino también porque incluye a la zona más desarrollada económicamente y cuyo Producto Interno Bruto (PIB) supuso en 2004 el 70 por ciento del total del país.
Por ello, Pekín ha plantado desde la pasada década 3.8 millones de bosques de protección en el litoral, incrementando la superficie cubierta de un 24.9 a un 35.5 por ciento y completando 17,000 kilómetros en la primera red de defensa. A pesar de todos estos progresos, China aún no está a salvo de los tifones, como ha quedado demostrado este verano tras el paso de Talim, que dejó más de un centenar de muertos en varias provincias costeras.
Los altos costos de reforestación y la falta de fondos públicos para acometer tan faraónica iniciativa han impedido que la primera línea de salvaguardia pueda ser concluida completamente. “El costo de estas nuevas plantaciones asciende a 61.6 euros por “mu” (0.06 hectáreas) en terrenos áridos de montaña o zonas salinas”, detalló Zhou Shengxian, quien se quejó de que “los subsidios del Estado sólo aportan el 10 por ciento del presupuesto”. Los expertos de la Administración Estatal de Bosques confían en que el gobierno incluirá la finalización de la protección del litoral en el próximo Plan Quinquenal, del 2006 al 2010.
Fuente: Greenpeace

Hace 7 años, el desierto avanzaba unos 3 km al año, las tormentas dejaban toneladas de arena en las calles de Beijing, llegando a Korea del Sur, Japón e incluso Estados Unidos y Canadá. Por eso, el gobierno chino decidió llevar a cabo uno de sus proyectos faraónicos: construir una barrera verde para detener el avance del desierto. 700 km de arboles y praderas que cruzarán la Mongolia Interior para 2010.La nominación de Beijing como sede de los Juegos Olímpicos de 2008 impulsó definitivamente el proyecto.
Se llevan ya mas de dos millones y medio de arboles plantados en la provincia de Doulun, en la cual el 90% del territorio estaba afectado por la desertificación a causa de la deforestación para conseguir pastos para el ganado, las sequías y la erosión del viento. Ahora, los granjeros han tenido que cambiar sus cultivos y el pastoreo se ha prohibido en las zonas peor afectadas.
A parte de plantar arboles de forma masiva, el proyecto también tiene su ración de polémica al estilo chino: trasladar poblaciones enteras a otros lugares con mayoría de etnia china Han, que según el
Centro de Información de Derechos Humanos del Sureste de Mongolia, también cumple con los otros proyectos chinos para hacer desaparecer la etnia y la cultura mongol.Bajo el pretexto de construir la barrera verde, poblados enteros que suman unas 8300 personas, han tenido que emigrar a otras zonas, donde se les han ofrecido casas, tierras, asistencia médica y acceso a escuelas.
Fuente:
Environmental News Network

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