lunes, 28 de julio de 2008

El nuevo credo climático

Debemos determinar si el calentamiento es el enemigo público número uno.
Ignacio Sánchez Cámara.

SI no el tema de nuestro tiempo, sí parece ser el clima la pasión de nuestro tiempo. Decía Galileo que donde se grita no hay verdadera ciencia. Y en esto del cambio climático se grita mucho. Sin duda, tenemos deberes hacia la naturaleza. Más aún si se adopta una perspectiva cristiana y, por tanto, creacionista. Pero no es posible asumir a la vez dos posiciones contradictorias. O el hombre es uno más en el seno de la naturaleza, u ocupa un lugar especial que le permite trascenderla. Pero si se asume lo primero, entonces el hombre, parte de ella, no puede ser un enemigo ni un peligro para la naturaleza. Existe así un ecologismo incoherente y contradictorio, que pretende reducir al hombre a la mera animalidad, y, a la vez, convertirlo en una amenaza para la naturaleza. Entonces, ella obraría contra sí misma. Pero existe un punto de inflexión. Tuvo lugar en 1945 con la explosión de la bomba atómica. El suceso parecía confirmar la segunda tesis; al menos, confirmaba la posibilidad de que el hombre era capaz de destruir su propio hogar. A partir de ahí se desencadenó la crisis ecológica, cuya última etapa es la denuncia del cambio climático, expresión que, en realidad, se refiere al calentamiento global debido, se pretende, a la irresponsable acción humana.
¿Existen el cambio climático y el calentamiento global? ¿Son causados por la acción humana? ¿En qué medida? ¿Qué amenazas entraña, en su caso, para la supervivencia de la humanidad? ¿Cuál es la respuesta más adecuada al desafío, si es que existe en los términos que se pretende? Me parece que existe un relativo consenso político e ideológico, pero, en ningún caso un consenso científico. El consenso va decreciendo conforme vamos de la primera pregunta a la última. Es un consenso aparente, descendente y problemático. Convendría dejar hablar a la ciencia, y acallar un poco las voces ideológicas y políticas. Pero la verdad es que la ciencia misma se ha politizado. Se ha llegado a estigmatizar a los escépticos e incluso a quienes se limitan a matizar y argumentar, bajo la abusiva denominación de “negacionistas”. El calentamiento se equipara así al holocausto. Se pretende entonces que no sólo la cultura es de izquierdas; también la naturaleza. El clima es, al parecer, de izquierdas. El seudoecologismo es la nueva cara verde de la izquierda marxista derrotada. Y aparece como una nueva forma de acción directa que destruye los mecanismos de la democracia representativa. Y se ignora el carácter problemático de la ciencia del clima, su complejidad, la diversidad de factores que influyen en él, y la inexistencia de una genuina teoría general del clima. La disidencia es un concepto que se refiere a la política y quizá también a la religión. Pero en la ciencia no hay disidentes. Ciencia, decía Ortega y Gasset, es aquello sobre lo que siempre cabe discusión. Pero la tesis ideológica del calentamiento global inducido por el hombre no admite discusiones. Viene a ser algo así como una nueva religión de izquierdas con sus ortodoxias, heterodoxias y herejías. Es otra manera de politizar la verdad, en la que tampoco faltan buenas dosis de lo que cabría calificar como “eco-hipocresía”, pues no escasean los apóstoles mediáticos de la nueva religión que no renuncian ni a sus aviones privados, ni a sus mansiones poco ecológicamente sustentadas. El problema consiste en determinar si el calentamiento global es el enemigo público número uno y la “mayor amenaza para la humanidad”, o si, por el contrario, existen otros frentes humanitarios tan perentorios o más que la lucha contra él, como la malaria, el hambre, la falta de agua o el sida. En cualquier caso, la palabra la debe tener la ciencia libre de prejuicios e ideologías. Al final, la cuestión también reside en determinar, una vez que se hayan sentado los términos objetivos del problema, las responsabilidades. Unos las atribuyen al mercado y a los intereses empresariales, pero, al margen de la interesada personalización del demonio, omiten las que corresponden a los Estados. La respuesta está en la verdad; nunca en los prejuicios e intereses ideológicos.

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