lunes, 25 de agosto de 2008

Energía verde


El aumento del precio del petróleo y el calentamiento global, causado por el consumo de combustibles fósiles, ha llevado a la búsqueda de biocombustibles que suplanten al crudo, al mismo tiempo que reduzcan las emisiones de dióxido de carbono que causan el cambio climático.

Pero, ¿son los biocombustibles basados en productos agrícolas tan buenos para el planeta? Al respecto un grupo de expertos opinan sobre este controversial tema.

No es la panacea en el sentido de que muy pronto se descubrió que la producción de biocombustibles a partir de cereales impactó el precio de estos en el mercado mundial y amenazan con convertirse en un competidor del consumo humano de cereales, eso es particularmente grave en el ámbito mundial, pero sobre todo en países donde ciertos cereales con potencial para producción de biocombustible son cereales clave en la alimentación, dice Enrique Provencio, consultor de evaluaciones ambientales del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

“Debemos tener precaución con este tema, porque en Brasil el monocultivo de agrocarburantes a supuesto un cambio de usos de tierra de 21 millones de hectáreas por el momento, en Argentina esto ha sido de 14 millones de hectáreas, y en Paraguay 2 millones de hectáreas y esto es solo por el cultivo de soja”, agrega Vanessa Sánchez, de la Fundación Global Nature.

Porque ya es un hecho conocido que la producción de agrocombustibles con soja-caña o maíz no es tan limpia como se cree, ya que demanda el uso de combustibles fósiles y atenta también contra los bosques y la biodiversidad.

Para Emilio Menéndez, profesor emérito de la Universidad Politécnica de Madrid, España, el tema de la soja es un problema. La soja es un alimento, que ya es escaso, China importa soja y los productores de carne importan mucho de este alimento, “no sé si seremos capaces de cambiar a una cultura menos carnívora para defender otro tipo de usos de la tierra, con lo cual el tema está ahí, pero creo que debiera haber un orden”.

Al respecto del ordenamiento territorial, marcar la cancha del continente para su uso sostenible es una tarea pendiente. Además, algunos biocombustibles supondrían una oportunidad en la producción de bioenergía descentralizada y local, como es el caso de una experiencia modelo en Mali (África) que señala el camino para otros muchos pueblos con escasos recursos económicos. Como es el caso de una ONG que está suministrando energía en poblaciones locales a través del cultivo de la jatrofa, una especie de arbusto y una planta oleaginosa, que produce una semilla que da aceite.

Esa semilla tiene un rendimiento bajo, pero esta especie no compite con cultivos agroalimentarios y, además, en este proyecto les está promoviendo empleo local; se cultivan 20 hectáreas de jatrofa, que suministran servicios energéticos a aldeas y a áreas comunales, como por ejemplo energía para moler el mijo y ahora mismo esta ONG local se ha embarcado en un proyecto de electrificación rural, mediante el cual por el cultivo de mil hectáreas de jatrofa, pretenden suministrar energía a 10 mil residentes, quiere decir eso 300 kilovatios de producción eléctrica, dice Sánchez.

Pero, además de proyectos viables en lo ambiental, los gobiernos deberían promover más activamente una certificación para aquellos que producen biocombustibles sin huella de dióxido de carbono.

¿A qué llamo una certificación? Algo que cuando el comprador, y sobre todo el comprador que tiene un poco de dinero sepa que al comprar un biocarburante está comprando algo limitado que nos da la tierra, que por lo tanto lo deben de pagar más para que haya un excedente con que hacer bien las cosas y en ese hacer bien las cosas está el cuidado social de los entornos agrícolas, el cuidado ambiental de esos entornos, es decir, las cuestiones de fauna, flora, disponibilidad de agua, contaminación y sobre todo la seguridad alimentaria de los países, concluye Emilio Menéndez.

En tanto, los escenarios que advierten los informes de Naciones Unidas por nuestros patrones de consumo son catastróficos: tormentas, hambrunas, epidemias y sequías.

“Esos escenarios si los planteamos así sí son terribles. Porque ese paciente que es el mundo está en cuidados intensivos, entonces, cada individuo tiene que cambiar y tiene que empezar a trabajar hacia un escenario de desarrollo, donde los biocombustibles sirvan para generar economías sustentables locales en armonía con sus ecosistemas locales. Quiere decir de que si continuamos con esa visión globalizada y la producción agroalimentaria que dependa de esos biocombustibles es como el animal que se come su propia cola, se va a morir”, agrega Francisco Pérez-Trejo, del Centro Mundial de Información Agraria, Programa de las Naciones Unidas sobre Alimentación y Agricultura, FAO, durante una visita a la Ciudad del Saber en Panamá.

En un mundo que, por una parte, no logra despertar de su indiferencia y que, por la otra, no logra desacoplar los sistemas agroalimentarios del consumo energético, son pocos los que optan por un cambio, y muchos son los que transitan por las rutas suicidas del consumo extremo, pero cada vez son más los casos de visionarios emprendedores que se suman a la búsqueda de la energía verde y ambientalmente limpia.

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